"Nico, 1988" retrata a la cantante alemana que trata de escapar de su propio mito y que sale de nuevo de gira para defender su propia obra e identidad.
por David Villafranca
LOS ANGELES, Estados Unidos.- Treinta años después de su muerte, la figura de la cantante alemana Nico, muchas veces eclipsada por las sombras de Lou Reed o Andy Warhol, vuelve a la luz gracias a la película “Nico, 1988”, que se sumerge en los últimos años de esta misteriosa y compleja artista.
Fallecida el 18 de julio de 1988 en la isla española de Ibiza por un derrame cerebral mientras iba en bicicleta, Nico era, sobre todo, conocida por haber participado como vocalista en el primer y emblemático disco de The Velvet Underground, tan recordado por la osadía musical de Lou Reed y John Cale como por el plátano de la portada firmada por Andy Warhol.
Sin embargo, la cinta “Nico, 1988”, de la cineasta italiana Susanna Nicchiarelli y que se podrá ver en Estados Unidos a partir del 1 de agosto, retrata a una música que trata de escapar de su propio mito y que, entre problemas personales y de drogas, sale de nuevo de gira para defender su propia obra e identidad.
“No me llames Nico. Llámame por mi nombre real: Christa”, suelta a su representante en el comienzo de la película una Nico que en la ficción interpreta la danesa Trine Dyrholm, habitual colaboradora de Thomas Vinterberg y que en la pantalla capta todo el magnetismo, y a la vez frialdad, de la cantante.
Para disfrutar plenamente de la Nico crepuscular de esta película, que ganó el premio al mejor filme en la sección Horizontes de la Mostra de Venecia, resulta útil conocer a fondo la biografía de una artista que nació el 16 de octubre de 1938 en Colonia (Alemania).
Tras una infancia marcada por la II Guerra Mundial en Alemania, Christa Päffgen, por su nombre real, se adentró en el mundo de la moda y de la interpretación: Federico Fellini le dio un pequeño papel en su obra maestra “La Dolce Vita” (1960) y, además, apareció en España en los anuncios de una conocida marca de brandy.
En los años 60 se mudó a Nueva York, donde pasó a formar parte de la extravagante corte de Andy Warhol.
Fue el polifacético genio quien insistió en que otros de sus protegidos, el grupo de The Velvet Underground, contaran con la cautivadora y recia voz de Nico como contraste con el sonido tóxico, ruidoso y visionario de esta experimental banda de rock.
Solo con ver el título del álbum, “The Velvet Underground & Nico” (1967), ya quedó claro que el conjunto capitaneado por Lou Reed y John Cale no había aceptado a Nico como una más, pero su colaboración tuvo magníficos resultados en agridulces canciones como “Femme Fatale” o en temas tormentosos como “All Tomorrow’s Parties”.
Aunque hoy es considerado como un disco fundamental del siglo XX, “The Velvet Underground & Nico” pasó en su momento sin pena ni gloria, algo ideal para que se convirtiera, con el paso del tiempo, en un álbum de culto, pero también una situación perfecta para que los miembros del grupo reflexionaran sobre su carrera y su futuro.
Nico abandonó The Velvet Underground y editó “Chelsea Girl” en 1967, su debut en solitario en el que contó con las aportaciones de Lou Reed, John Cale y Jackson Browne, con quien tuvo una relación artística y sentimental.
No obstante, “Chelsea Girl”, un disco relativamente apacible y entregado a las melodías, fue una excepción en la carrera posterior de Nico, que se entregó a los sonidos góticos, intrincados y sombríos de álbumes como “Desertshore” (1970) o “Camera Obscura” (1985).
En ese contexto se desarrolla “Nico, 1988”, con una artista refugiada en Mánchester (Reino Unido), alejada de su época dorada y mitificada en Nueva York, y que finalmente acepta la propuesta de salir de nuevo de gira por Europa.
Conciertos deprimentes, problemas con las autoridades, penosos viajes en furgoneta y hoteles sin rastro de glamur se suceden mientras la artista trata de lidiar con su adicción a la heroína y de mejorar la relación con su hijo Ari, fruto de su relación con el actor Alain Delon.
Gracias al talento de la directora Susanna Nicchiarelli y de la actriz Trine Dyrholm, “Nico, 1988” finalmente logra lo que tanto le costó a la cantante: Que el público aprecie la obra y la enorme personalidad de una artista que no necesitaba de nadie más que ella para brillar sobre el escenario.
EFE.